martes, 7 de julio de 2015

Aquel que ama el camino que sigue

Los seres humanos somos un milagro espectacular. En nuestro cuerpo, mente y espíritu hay arte, ingeniería, poesía. Como especie nuestra curiosidad no conoce límites, tampoco nuestra creatividad, ni nuestra estupidez. Soñamos dormidos y despiertos, queremos ser felices y tenemos el potencial para lograr cosas grandes.

Peeero (siempre hay un pero) el camino hacia cualquier meta valiosa no es ni derechito, ni de bajada. ¿Quieres ponerte en forma, competir en un maratón, terminar la licenciatura, iniciar un negocio exitoso, escribir un libro o tener una gran relación de pareja? Pues más pronto que tarde te encontrarás con la espinosa cuestión de la disciplina. Sabemos que para lograr nuestros sueños debemos ser constantes y disciplinados, levantarnos temprano, vencer la flojera, hacer las abdominales y la tarea de física.

Sólo de escribir esto ya me dieron escalofríos de aburrimiento; y es que hemos relacionado la idea de disciplina con sacrificio, con fastidio, dolor y dificultades. Pensamos que disciplinar y castigar casi significan lo mismo. Sin embargo las palabras no mienten; si investigamos el origen de la bien-odiada “disciplina” encontraremos que comparte origen con la palabra “discípulo” que en latín quiere decir: aquel que ama el camino que sigue. De modo que la disciplina está mucho más cerca del amor y del disfrute que del castigo.

Entender esto puede tener profundos –y placenteros- efectos. Más que disciplinarnos a punta de trancazos y fuerza de voluntad, deberíamos buscar y encontrar amor por el camino que elegimos. Seguir nuestras pasiones, volvernos muy buenos en ellas y ponerlas al servicio de los demás. Una buena forma de hacer esto y disfrutar más lo que hacemos para llegar a nuestras metas es enfocarnos en la satisfacción y el bienestar que nos dará la meta cumplida. Para ser más claro, en lugar de pensar en el trabajo que me cuesta levantarme a hacer ejercicio, enfocarme en los resultados: visualizar un cuerpo sano, lleno de energía y en forma; en vez de decirme “que flojera trabajar en la tesis”, pensar en la satisfacción de tendré cuando el título esté en mis manos.

Alguna vez en un taller con Richard Bandler (uno de los creadores de la Programación Neurolingüística), él nos preguntaba una y otra vez: ¿cuánto placer eres capaz de resistir? Yo hoy quiero preguntarte: ¿Cuánto placer eres capaz de sentir mientras haces lo que te acerca a tus sueños? ¿Mientras te vuelves más grande, más pleno, más feliz y más generoso?

Sergio Hernández Ledward

y en twitter: @checoequis 

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