lunes, 9 de febrero de 2015

¡Yo voy!

“Papá, yo voy” – me dijo mi hija de 2 años y medio en el celular.
Venía llegando a Colima para dar un taller con la Universidad después de 3 días en ciudad de México y pensé que ella me iba a contar a donde había ido ¡Iluso de mí! Así que inocente pregunté “¿A dónde mi’jita?” y su respuesta casi casi me saca una lágrima. “Contigo” respondió.
Tuvieron que pasar algunos días para que yo entendiera el mensaje que me estaba dando. Primero pensé que quería venir conmigo y me pesó mucho que ella no estuviera aquí… pero luego dándole una pensadita me di cuenta que estaba afirmando una realidad: “Papá, yo voy contigo” y así es; mi hija viene conmigo, está conmigo, me acompaña a pesar de los kilómetros de distancia.
No saben la sonrisota que me generó este descubrimiento. Nunca estoy solo. Y es que no sólo es mi hija la que me acompaña, también vienen conmigo mis padres que se adelantaron hace algunos años, mi esposa, mis hermanos, mis amigos, mis maestros, mis alumnos, mi linaje. Yo no soy posible sin ellos. John Done –un poeta inglés del siglo XVII- lo dijo de una manera mucho más hermosa: “Ningún hombre es una isla”, que alegría saber que pertenezco a esa categoría.
Si lo reflexionamos no sólo los cercanos vienen con nosotros; en nosotros está el panadero que hizo el bolillo de en la mañana, aquel que cosió tu camisa (probablemente en la India, China o Malasia), los que pagaron sus impuestos para que otros pudieran ir a la universidad, los que sembraron las jacarandas de la Alameda de Celaya, y así uno tras otro hasta sumarlos todos. Los presentes y los ausentes, los de hoy y los de antier, los malos, los buenos y los regulares.
Creo que si nos acordáramos de esto con más frecuencia, nos sentiríamos menos solos, nos miraríamos unos a otros con mayor calidez, le bajaríamos dos rayitas al juicio y al prejuicio, nos sabríamos más fuertes al sentir el apoyo de tantos, seríamos más humildes al darnos cuenta que ningún logro es cien por ciento nuestro y tal vez hasta nos daríamos cuenta que el vecino, el jefe y la suegra también son seres humanos. ¿Qué tal que recordáramos con más frecuencia a los que nos hacen posibles? ¿Qué tal que sintieras más la compañía de los que vienen contigo?
Yo por lo pronto le agradezco a mi pequeña: ¡Gracias por venir conmigo! ¡Yo también me quedé contigo!

Sergio Hernández Ledward
y en twitter: @checoequis

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